Puede
servir para contrastar la vida de los cristianos de entonces con la nuestra y tomar conciencia de la
trascendencia social de nuestros actos como católicos.
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Dinámica: Carta a Diogneto
Dinámica: Carta a Diogneto
Objetivo: caer en la cuenta de cómo
vivimos nuestro cristianismo en la actualidad, comparándolo con sus inicios.
Material: fotocopia de la carta para
trabajar sobre ella.
Duración: Entre 30m. y una hora de
trabajo personal. Puesta en común.
Realización sugerida:
En primer lugar se da una sencilla charla sobre los primeros cristianos, la importancia de vivir la fe en la práctica y el papel que desempeña la Iglesia.
Se reparte fotocopia del texto adjunto y se deja un tiempo de trabajo y meditación personal.
Es conveniente hacer una puesta en común del grupo para evaluar las impresiones y resaltar el compromiso personal de cada uno.
Realización sugerida:
En primer lugar se da una sencilla charla sobre los primeros cristianos, la importancia de vivir la fe en la práctica y el papel que desempeña la Iglesia.
Se reparte fotocopia del texto adjunto y se deja un tiempo de trabajo y meditación personal.
Es conveniente hacer una puesta en común del grupo para evaluar las impresiones y resaltar el compromiso personal de cada uno.
Texto:
Carta a Diogneto (siglo II)
Los cristianos en el mundo.
Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el
lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en
efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan
un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias
al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una
enseñanza basada en autoridad de hombres.
Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las
costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su
estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a
juicio de todos, increíble.
Habitan en su propia patria, pero como forasteros;
toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros;
toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en
tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se
deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.
Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su
ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de
vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena
sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y
enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y
ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su
justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a
cambio, devuelven honor.
Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y,
al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos
los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los
mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.
Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el
alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos
los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por
todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del
cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma
invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven
visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible.
La carne aborrece y
combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le
impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos,
sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.
El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece;
también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el
cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se
hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que
mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal;
también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras
esperan la incorrupción celestial.
El alma se perfecciona con la mortificación
en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se
multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado,
del que no les es lícito desertar.
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