sábado, 17 de junio de 2017

Frases del Evangelio para meditar

En los retiros y convivencias es usual repartir alguna frase de los Evangelios para centrar la meditación y ayudar en la oración.

Estas frases o ideas se pueden entregar de forma personal o bien de manera aleatoria, sin asignación previa a las personas, lo cual añade el plus de la inspiración del momento.

También se pueden repartir para que en un momento dado cada participante exponga su meditación concreta sobre la frase que le ha correspondido.

A fin de tener a mano una colección de frases sugerentes, añado a continuación una buena remesa de ellas para facilitar su uso.

Se pueden imprimir y recortar poniéndolas sobre el altar para que cada participante recoja una o bien repartiéndolas previamente.

===========

Frases del Evangelio para meditar

Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino tenga vida eterna (Jn 3,16).

Dios es amor (1Jn 4,8).

A Dios nadie lo ha visto jamás; pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros (1 Jn 4,12).

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento. (Mt 22,37-40). 


El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos (Mt 22,37-40).

Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros (1 Jn 1,8).

Ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el abismo. Y que toda lengua proclame que Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre (Filip 2,11).

Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará (Mc 8,35). 


¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? (Mc 8,36). 

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mc 8,34).
 

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día (Jn 6,54). 

Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo (Mt 28,20).

Dijo María: «Yo soy la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1,38).

Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo a quien más amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a su casa (Jn 19,25-27).

Tu Palabra es lámpara para mis pasos y luz en mi sendero (Sal 119,105).

Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Tim 4,2).

Cuando me llegaban palabras tuyas, yo las devoraba. Ellas eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón (Jer 15,16).

Me has seducido, Señor, y me dejé seducir por ti (Jer 20,7). 


La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha (Lc 10,2).

Vayan por todo el mundo y prediquen mi Evangelio a toda criatura (Mc 16,15). 


¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! (1Cor 9,16). 

Cuando dos o más están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos. (Mt 18, 20)

Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto. (Mt 5, 48)

Vengan a mí cuando estén cansados y agobiados, que yo los aliviaré. (Mt 11,28).
 

Le cambia su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría, su abatimiento en cánticos. (Is 61,3). 

Sé en Quién me he confiado. (2 Tm 1,12)
 

Vengan a mí, benditos de mi Padre. (Mt 25,34)
 

No teman, yo he vencido al mundo. (Jn 16,33)
 

Dad gratis lo que gratis habéis recibido (Mt 10, 8)
 

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. (Rom 8, 31-39)

Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino tenga vida eterna (Jn 3,16).

Dios es amor (1Jn 4,8).

A Dios nadie lo ha visto jamás; pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros (1 Jn 4,12).

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento. (Mt 22,37-40).

El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos (Mt 22,37-40).

Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros (1 Jn 1,8).

Ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el abismo. Y que toda lengua proclame que Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre (Filip 2,11).


Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará (Mc 8,35).

¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? (Mc 8,36).

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mc 8,34).

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día (Jn 6,54).

Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo (Mt 28,20).

Dijo María: «Yo soy la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1,38).

Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo a quien más amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a su casa (Jn 19,25-27).

Tu Palabra es lámpara para mis pasos y luz en mi sendero (Sal 119,105).

Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Tim 4,2).

Cuando me llegaban palabras tuyas, yo las devoraba. Ellas eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón (Jer 15,16).

Me has seducido, Señor, y me dejé seducir por ti (Jer 20,7).

La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha (Lc 10,2).

Vayan por todo el mundo y prediquen mi Evangelio a toda criatura (Mc 16,15).

¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! (1Cor 9,16).

Cuando dos o más están reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos. (Mt 18, 20)

Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto. (Mt 5, 48)

Vengan a mí cuando estén cansados y agobiados, que yo los aliviaré (Mt 11,28).

Le cambia su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría, su abatimiento en cánticos (Is 61,3).

Sé en Quién me he confiado» (2 Tm 1,12)

Vengan a mí, benditos de mi Padre (Mt 25,34)

No teman, yo he vencido al mundo (Jn 16,33)

Dad gratis lo que gratis habéis recibido (Mt 10, 8)


Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. (Rom 8, 31-39)


Taller de Oración

No hay comentarios:

Publicar un comentario